Voy a ir señalando diferentes episodios de la vida de este icono de la pintura que fue Frida. Episodios que pudieron condicionar su vida y poner en marcha la temática de las estructuras de personalidad tipo histérico. Algunas situaciones mencionadas fueron traumáticas para ella y marcaron con claridad carencias e insuficiencias en su vida.
Más allá del prototipo de personalidad de Frida, los mandatos de género condicionan la vida de las mujeres y sus formas de relación. Los mitos que recaen sobre las conciencias de las mujeres como consecuencias de dominios patriarcales, condicionan su identidad y no contribuyen a equipar adecuadamente la mochila afectiva.
El amor desmedido, la entrega al otro, el sacrificio extremo, son mandatos de género que van consolidando una identidad. Pero si dejo de cuidar al otro entonces tengo que preguntarme ¿Quién soy yo realmente? ¿Cuáles son mis proyectos personales más allá de cuidar a los demás? O bien ¿Por qué no me quiere si yo se lo doy todo? Es difícil darle todo a una persona, más bien es una idealización. Precisamente por eso se marchó el otro, porque se lo diste todo y te quedaste sin nada, sin recibir, en sequía. Además, sacrificarse tanto por el otro y dar tanto sacrificio al otro no favorece ni que nos vean muy deseables, ni queribles ni que nos vean demasiado atractivas y atractivos. Y si falla la relación amorosa entonces no sólo se sufre la pérdida del ser amado, también se derrumba la personalidad entera y la identidad.
Y como se derrumba la personalidad surge el mayor de los fracasos y puede que te hagas responsable al cien por cien de dicho fracaso amoroso. Aquí entra la culpa. La angustiosa culpa. La culpa por no haber ejercido adecuadamente el rol instituido por el mandato de género. Por no haber sabido amar, mantener la relación, por no salvarlo, por no tener contento a los demás, y desde ahí, ante el riesgo de perder o haber perdido al otro, o bien por separarme o no separarme, casi culpable por todo. Vemos entonces muchos síntomas ansiosos, depresivos, trastornos somáticos, alimentarios, etc.
El proceso terapéutico trata de convertir la culpa en responsabilidad y construir una identidad más satisfactoria donde las mujeres no sólo se validen por cuidar y hacerse daño, cuidando a los demás sin pensar en sus propias necesidades. Es decir, que no sólo se valide por el amor-cuidado, por dar placer y satisfacción al otro. También que se valide por el amor-cuidado a sí misma y por el derecho a disfrutar también de su propio placer y satisfacción, por el derecho a equivocarse, a dudar y a ser una madre, si así lo desea. Una madre humana no perfecta, como diría Winnicott, una madre suficientemente buena.
Veamos entonces algunas viñetas de la vida de Frida y como los mandatos de género pudieron influir en su forma de abordar las dificultades.
La madre de Frida se describe como una mujer dominante, religiosa y distante y el padre, un hombre callado y poco viril con el que no pudo reafirmar su feminidad y su identidad heterosexual. Frida fue cuidada por una nana y no tanto por su madre que quedó más al cuidado de su hermano menor. Este acontecimiento derivó en un fuerte resentimiento de Frida por su madre. Después vinieron enfermedades y un duro accidente siendo ya postadolescente que dañaron su fertilidad (una temática inconsciente relacionada con personalidades obsesivas). Es decir, el castigo por desear o haber deseado dañar a su madre. El castigo fue quedar infértil.
Para Frida su cuerpo fue el depósito de sus angustias, vemos a lo largo de su vida una florida sintomatología como falta de apetito, abuso alcohol, cansancio, dolores de espalda, desarreglos menstruales, vértigos, dolores de cabeza y columna. La enfermedad fue para ella un medio para conseguir el interés de los demás y el amor (beneficios secundarios). También vemos en Frida un cuerpo, del cual habló en ocasiones como un deshecho. Relevante también el intento de suicidio después de la demanda de divorcio de su marido Diego Rivera. No obstante su pintura fue la manera de sublimar o transformar ese dolor en arte.
¿Por qué empieza a pintar Frida?
Ciertamente tenía mucho talento, pero su gran impulso fue el deseo de encontrar e interesar al gran Dios de la pintura, su marido, Diego Rivera. La opinión de Diego era lo que contaba, fue su arranque. Frida desarrolló su arte a partir de la dependencia amorosa con él. Es un amor desganado, atormentado y desde luego con ciclos de ruptura- reconciliación. Este gran amor es el amor imposible, siempre insatisfecho de Frida. En una ocasión una paciente me comentó que su madre era insatisfecha, ella también. Le dije que yo también afortunadamente, era un insatisfecho, pero ella necesitaba presentar su deseo insatisfecho constantemente para atormentar a los otros. Esto es una temática que se presenta constantemente en la posición histérico-histriónico.
Siguiendo la temática del cuerpo, Frida pintaba imágenes de cuerpos divididos, heridos, sobre todo siempre que enfermaba y en concreto después de sus crisis amorosas con Diego.
El amor de Frida fue dependiente, quería ser amada con exclusividad, pero sólo podía conformarse con la presencia inconstante de Diego (un hombre dominante, infiel, veinte años mayor que ella). En realidad, al menos en un principio, no pretendía el éxito, quería ser feliz pintando al lado de su ídolo (como si se empeñara en sostener lo completo del padre ideal, dándoselo todo). No obstante no lo era. Ya fallecida Frida, Diego exponía “A ninguna admiré más que a ella, ¡cómo le hubiera gustado a Frida leer esto”. Frida en alguna ocasión dijo que no sufría por el comportamiento infiel de Diego. Ella se definía liberal en el amor. Aquí vemos esta disociación, muy racionalizada, apática, pareciendo insensible, como si los mares de desgracias no fueran su propio asunto. Pero en sus obras refleja todo lo contrario, refleja su dolor, su amargura y su desesperación. Además, incluir una tercera es siempre motor del deseo en este prototipo de personalidad.
Diego Rivera incluyó entre sus amantes a la propia hermana de Frida, situación que desembocó en la separación (Frida respondió con una profunda depresión mezclada con alcohol). Más adelante se vuelve a reconciliar con Diego pero en este momento Frida propone condiciones “no mantendré relaciones sexuales con él”. En este momento Frida vuelve a recuperar su aspecto o su imagen femenina (vuelve a vestirse con esos atributos llamativos, femeninos, que no dejaban indiferente a nadie). Desde este momento Frida comienza a tener relaciones con hombres y mujeres fuera de la relación con Diego (más para celar a Diego y no tanto por disfrute). En contraste, durante sus primeros años de matrimonio con Diego, Frida escribe: “ser la mujer de Diego es la cosa más maravillosa del mundo, no es el marido de nadie y nunca lo será (no obstante ella es la elegida), pero es un gran compañero”.
De Frida se conoce su ambigüedad sexual (puede ser temática habitual de las personalidades con tendencia histérico). Tras el rechazo que vivió con su propia madre necesitó el acercamiento al padre, para compensar la falta de afecto (fotógrafo de profesión), pero como decía en la descripción de su padre, era un hombre poco viril, callado algo pasivo, aunque quizás seductor (la confusión de lenguas de Ferenczi). Ferenczi, fue uno los psicoanalistas de la época de Freud, un hombre poco reconocido por éste. En su artículo “Confusión de lenguas, Ferenczi describe la dificultad de los padres para entender que lo único que quiere una niña o un niño es ternura. El adulto puede rechazar este contacto y si es más perturbado puede incluso erotizar la relación y abusar del niño o la niña.
El ambiente familiar que vivió Frida no fue saludable para identificarse con un modelo de relación afectivo entre dos padres que se profesan afecto y deseo. La madre parece que no estimaba mucho a su padre y el padre poco viril y desvalorizado no pudo valorizar excesivamente la feminidad de su hija. El mando lo tenía la madre (una fanática religiosa). La falta de modelo masculino con quien reafirmar su feminidad derivó en la propia identificación con la madre (más segura y dominante que el padre). Esta identificación materna pudo ayudarle pero también le dejó una profunda herida. Recordemos que el rencor en personalidades histérico-histriónico surge porque el nuevo objeto de amor no distinguió entre los deseos del ello (eróticos) y la necesidad de cariño y ternura.
Frida se dirigió al padre y no encontró el modelo ni el reconocimiento para la posterior elección heterosexual pero tampoco encontró la acogida que esperaba (su padre la fotografiaba. Ella se sentía especial con su padre, quizá seducida y además lo cuidaba porque el padre padecía epilepsia. Entonces, se invirtieron los papeles). Es decir, ninguno de los progenitores valorizó la feminidad de su hija. Una hija no desea que su padre la seduzca, desea sentirse querida. (Frida se vestía de hombre. También es cierto que su madre rechazó su género cuando nació, porque añoraba el nacimiento de un hijo). La madre ni estimaba al padre ni estimaba a la hija ni a su feminidad. El padre desvalorizado no hizo a la hija objeto de su amor, quizás sí de su seducción, en definitiva abandono.
Por tanto, se vislumbran antecedentes de su imagen deteriorada y la angustia desplazada sobre su propio cuerpo y la sexualidad. Son fuertes angustias de fragmentación. En definitiva la imagen ideal de Frida quedó muy lejos de lo que ella añoraba.
Por último es importante añadir algún aspecto sobre la maternidad de Frida que quedó socavada en el trágico accidente de tráfico que sufrió sobre los veinte años. Tener un hijo para una mujer puede suponer la identificación con su propia madre. También el deseo de tener un hijo puede significar el regalo a un padre, dirían algunas corrientes psicoanalíticas. Pero fundamentalmente supone para una mujer desarrollar muchas de sus capacidades. Frida sintió mucho odio hacia su madre y el no poder tener hijos podría haber supuesto en su imaginario, un castigo por tanto rechazo a su madre (el accidente de tráfico dañó sus órganos reproductores). Un castigo quizás por desear maldad a su propia madre y puede que a sí misma.