En concreto las resistencias o defensas pueden ser entendidas en la forma como se relaciona el paciente con nosotros. Mantener la estructura de la personalidad supone mantener las defensas que han mantenido dicha estructura. Otra mirada a las defensas podrían ser los enactment, es decir, aquel conjunto de repeticiones entre el terapeuta y el paciente que ponen en escena un aspecto que va más allá de los conciencias de ambos. Es decir, ambos han reaccionado automáticamente según modos predeterminados de reacción, y ambos han generado y han contribuido a generar un bloqueo. No es solo una repetición y es un aspecto que uno suele mirar después de establecerse el encuentro entre ambos.
La resistencia a veces cobra un valor clínico importante. En la terapia de mentalización, ocurre que a menudo el terapeuta se ve tentado a discutir con el paciente. En este momento es preciso darse cuenta del enactment que se está produciendo en la sesión para poder retroceder y entender lo que está sucediendo. Y todos las terapias requieren rupturas. A veces son micro rupturas que se reparan solas. Sullivan decía que el psicoanálisis es positivo cuando algo no anda suficientemente bien. Y vemos que algunos pacientes discuten con el terapeuta por ejemplo para repetir un modo conocido de relación y otro para decirle a la madre o al padre aquello que no pudieron transmitirle. Pero en este caso lo hacen con el terapeuta.
Y lo profundo de la patología es de carácter procedimental, no es simbólico. Lo que buscamos no es aquello que se resuelva sólo a través de la palabra. La resistencia no es sólo no recordar, es no estar en contacto con el terapeuta y tampoco podrá estar en contacto consigo mismo. Freud decía que resistencia es todo aquello que se opone al progreso de la terapia pero no es sólo eso, no es solo interpretar aquello que se opone a la terapia.
Otro tipo de resistencia es el beneficio secundario por ejemplo a través de la enfermedad y la enfermedad después de tiempo puede aparecer como teniendo vida propia. Las resistencias más obvias son las demandas iniciales. Por ejemplo, quiero cambiar pero quiero seguir igual, esta es una gran resistencia. Es como lanzar piedras a aquel que viene a ayudarte.
Veamos algunas de las resistencias que plantean los paciente en las terapias o las personas en general para poder evolucionar.
- Una de las más clásicas es el temor a ser influenciados. Porque una cosa es cambiar y otra cosa es querer ser cambiado. En terapia queremos que nos arreglen la neurosis, queremos que nos arreglen lo que nos hacer sufrir, porque aún siendo así, es la mejor forma que hemos encontrado para sobrevivir. y esa es la primera demanda. Y la persona que viene a terapia nos propone como tenemos que relacionarnos con él. Propone por ejemplo el juego de la seducción porque es lo que ha aprendido a hacer. Y hay que jugar sin dejarse seducir o no seducir del todo. Y cuando se empieza a profundizar surgen miedos…es un proceso lento que necesita el apoyo del vínculo que establezca seguridad, según los planteamientos del apego.
- Otro temor o resistencia es a la indefensión y a la vergüenza. Nuestras defensas es lo mejor que hemos conseguido para sobrevivir. Cuando la persona salva esta indefensión podemos disfrutar mejor de la vida, tener sentido del humor y ser capaz de hacer mínima autocrítica de nuestras acciones. Alguien en este momento puede decirte que te has pasado y poder reconocer aquello que en otro momento estaba en la sombra. Y es bueno poder transmitir nuestras sensaciones al paciente a modo de la terapia relacional o la terapia Gestalt. Que nuestras sensaciones no se pudran dentro de la mente del terapeuta, poder transmitirlas y dosificarlas.
- Otra resistencia es el temor a ser expulsado del grupo original. Hablamos del desarraigo. Es una de las ansiedades más potentes. Me alejo de la familia y cuanto más me alejo más fuerte es el empuje de volver a acercarme. Algunas personas nos comentan “me fui fuera de casa a Londres y luego volví como si nunca me hubiese ido”. O bien se lanza uno a la piscina sin saber si hay agua y es lo que llamamos contrafobia. Nadie quiere traicionar a su familia, y le decimos tienes que salir de ahí…pero hacia donde voy o a donde voy. En otros momentos la terapia funciona la persona cambia y se independiza y encuentra comentarios del tipo.. ¿Qué te ocurre? Estás cambiando, ¿qué te está haciendo la terapia?.
- Otra resistencia es el miedo a crecer. Son los síndromes de Peter Pan. Y le preguntamos a las personas ¿cuál es tu previsión de futuro? Y a veces esta pregunta da miedo porque lo peor no es que tú mires al abismo sino que el abismo te mire a ti. Abandonar la infancia es abandonar la rabieta por lo no recibido, incluso diría abandonar la venganza por lo no recibido, que a veces se desplaza a otras personas. Un heroinómano para salir de su guarida o de su familia consumidora tiene que abandonar su círculo de referencia, el circulo de consumo y buscar otras referencias diferentes, salir de ese círculo destructivo para poder avanzar.
- Otra resistencia es conectarse con la alegría y poder valorar las cosas. Para evolucionar necesitamos valorar este tipo de sensaciones y emociones. Aquel que se identifica con lo bueno que recibe del entorno puede crecer, aquel que se identifica con aspectos autodestructivos puede incluso destruir el entorno. Y a veces cuando empezamos a arreglarnos por dentro nos da miedo y abandonamos no vaya a ser que tenga que dejar de hacer lo que hago siempre, lo conocido, aunque me esté haciendo daño o me esté castigando. Conectar con la alegría, con el orgullo sano, con nuestras propias capacidades nos nutre y alimenta. Algunas personas no pueden recibir nada del exterior porque su expectativa fue y es el rechazo, el dolor o la humillación. La alegría sin embargo es una emoción que nos construye por dentro. Nadie se puede construir sin esa emoción. Algunas personas confunden alegría con sensaciones de placer. La alegría inunda toda la personalidad y construye , en cambio el placer se refiere sólo a una parte de nuestro self, solo a un momento. Además la alegría compensa otras emociones como la ansiedad, la tristeza o incluso la vergüenza. Muchas personas no pueden recibir la alegría del encuentro, del vínculo, la valoración del esfuerzo propio o la del otro. No diferencian aquello que construye de aquello que destruye.
Artículo publicado por: Fernando García Gil. Miembro del equipo del Instituto de Psicoterapia Gestalt.